¿Por qué las pelotas de tenis son amarillo fosforito? | El hacha de piedra | Ciencia | EL PAÍS
Fue en la Universidad de Pennsylvania, en Filadelfia (EE UU) donde el físico Howard Brody no sólo impartía clases, sino que curioseaba en el tenis y su relación con la física. En su libro Tennis Science for Tennis Players (1987), Brody se sirve de la física para resolver muchos de los misterios que hay detrás de las grandes jugadas.
Fueron años de estudio los que llevaron a Brody a convertirse en una eminencia en el tema. Todo empezó a finales de la década de los setenta, durante unas vacaciones en Florida, cuando vio a un tenista jugando con una raqueta de gran tamaño. Brody se hizo con ella, se la compró y la examinó en el laboratorio igual que se examina una cepa de virus o un sistema físico desconocido: a fondo.
Midió la velocidad de rebote de la pelota en las distintas zonas de impacto, llegando a la conclusión de que es mayor cuando el impacto ocurre cerca del cuello de la raqueta, y va disminuyendo a medida que el impacto se aproxima al extremo superior. Esto, con la raqueta inmóvil; pero cuando la raqueta se mueve y deja de estar estática, la relación entre ambas velocidades de rebote depende del tipo de movimiento del brazo.
Con estas curiosidades científicas, Brody se empezó a hacer popular. Gracias al tenis había conseguido un camino, una especialización más allá del estudio de la física de partículas al que se entregaría con las primeras colisiones de hadrones en el CERN. Pero sólo por un corto espacio de tiempo. Dejó su puesto como científico en la frontera franco-suiza para volver a su plaza de profesor universitario en Pennsylvania y seguir experimentando con la raqueta. Su pasión por el tenis, deporte que relacionó al extremo con la física, lo absorbió de por vida.
Howard Brody murió un verano de hace diez años, cuando Alcaraz era un crío recién llegado de París, tras haber asistido como espectador al torneo de tenis donde, años después, revalidó el trono parisino tras la final más larga de la historia.
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