La madrugada del pasado domingo, 4 de noviembre, una impresionante bola de fuego cruzó los cielos del sureste de Castilla La Mancha convirtiendo la noche en día durante unos segundos. El fenómeno fue de tal intensidad que caminos, carreteras y edificios salieron de las sombras como si el amanecer hubiera empezado antes de tiempo. Incluso Sierra Nevada pudo verse con toda claridad desde la ciudad de Albacete, a unos 300 km de distancia.
La roca, de aproximadamente un metro de diámetro, procede del cometa Encke, que cada 3,3 años orbita el Sol y es a su vez un fragmento de 5 kilómetros desprendido hace miles de años de otro cuerpo mayor de unos 100 km de ancho. Encke es el responsable de la lluvia de estrellas conocida como Taúridas Norte, que cada año se observa por estas fechas. A su paso por el vecindario solar suelta partículas de polvo, las populares estrellas fugaces o meteoros,«pero algunos fragmentos, como el que ha explotado sobre Albacete, pueden ser más grandes y producir estas bolas de fuego», explica Madiedo.
El científico explica que no es posible que algún fragmento de la roca haya sobrevivido convertido en meteorito en su caída al suelo, ya que esta se destruyó por completo en la explosión. «El material que compone los cometas es muy frágil, como si metiéramos agua con tierra en el congelador», describe. «La presión cada vez mayor en su viaje por la atmósfera y su fragilidad hacen que la roca reviente», añade.
Madiedo advierte de que es posible que se produzcan nuevos bólidos tan brillantes «e incluso más» en las próximas noches, ya que las Táuridas aún siguen activas.
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